miércoles, 10 de mayo de 2017

ESTER. CAPÍTULO 8, 1-12.

Triunfo de los judíos   

81Aquel día el rey Asuero entregó a la reina Ester la casa de Amán, el enemigo de los judíos; y Mardoqueo fue presentado al rey, que ya sabía por Ester el parentesco que tenía con la reina. 2El rey se quitó el anillo que había recuperado de Amán y se lo entregó a Mardoqueo. Ester confió a Mardoqueo la administración de la casa de Amán.
3Ester volvió a hablar al rey. Cayó a sus pies llorando y suplicándole que anulase los planes perversos que Amán había tramado contra los judíos.
4Cuando el rey extendió hacia Ester el cetro de oro, ella se levantó y quedó en pie ante el rey. 5Luego dijo:
-Si al rey le agrada y quiere hacerme un favor, si mi propuesta le parece bien y si está contento de mí, revoque por escrito la carta de Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, que había mandado exterminar a los judíos en las provincias del Imperio. 6Porque ¿cómo podré ver la desgracia que se echa sobre mi pueblo, cómo podré ver la destrucción de mi familia?
7El rey Asuero dijo entonces a la reina Ester y al judío Mardoqueo:
-Ya ves que he dado a Ester la casa de Amán y a él lo han ahorcado por atentar contra los judíos. 8Vosotros escribid en nombre del rey lo que os parezca sobre los judíos y selladlo con el sello real, pues los documentos escritos en nombre del rey y sellados con su sello son irrevocables.
9Entonces, el día veintitrés del mes de junio, o sea, el mes de Siván, fueron convocados los notarios del reino, y tal como ordenó Mardoqueo, se redactó un documento destinado a los judíos, sátrapas, gobernadores y jefes de las provincias -ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía-, a cada provincia en su escritura y a cada pueblo en su lengua; a los judíos, en su alfabeto y su lengua.
10Redactaron un documento en nombre del rey Asuero, lo sellaron con su sello y despacharon las cartas por correos montados en caballos velocísimos, pura sangre, de las cuadras reales.
11En dicho documento el rey concedía a los judíos de todas y cada una de las ciudades el derecho a reunirse y defenderse, a exterminar, matar y aniquilar a cualquier gente armada de cualquier raza o provincia que los atacara, incluso a sus mujeres y niños, más el derecho a saquear sus bienes en todas las provincias del rey Asuero, 12el mismo día, el trece del mes de marzo, o sea, el mes de Adar.

Explicación.

8 Lo que sigue está implícito en la caída de Amán, pero el lector judío quería leer explícitamente la exaltación de Mardoqueo y del pueblo. Narrativamente, este capítulo es anticlimático y sirve para completar. El narrador ya no se esmera como hasta aquí, quiero decir en continuar una narración interesante; sí se esmera en apurar las correspondencias de la exaltación con la humillación, del triunfo con el peligro.
El gusto por detenerse y recrearse en el feliz desenlace bastaba para mantener el interés de los lectores; el autor es generoso en servirles tan rico postre. El lector actual lo aprecia menos. (Es como filmar despacio la boda y el banquete en una película de happy end; hay gente para quien eso es lo mejor de la película).

Un punto, quizá, necesitaba quedar resuelto. El decreto contra los judíos tenía fuerza de ley y era irrvocable (1,19; 8,8). El lector, a estas alturas, da por descontado que Ester y Mardoqueo salvan a su pueblo; pero ¿cómo conseguirán invalidar un decreto irrevocable?

8,1-2 La corona confisca las posesiones del que atentó contra le reina. Son las posesiones de que Amán se gloriaba. Mardoqueo ocupa totalmente el pueto de Amán: en la corte como primer ministro, en la casa como administrador. Como Ester sucedió a Vasti, así "uno mejor" sucede al malvado, y es esperanza de justicia: "Aparta al malvado del rey, y su trono se afianzará en la justicia" (Prov 25,5).

¿Y no repite Asuero su ligereza al entregar el anillo? Ahora sabe que Mardoqueo ha salvado la vida del rey y a la reina.

8,3-6 Retoman motivos de los capítulos 5 al 7: nuevo encuentro y nueva petición. El encuentro ya no es dramático, la petición estaba contenida en 7,3-4. La introducción es más insistente, sumando razones personales a las razones objetivas.

Amán, muerto, todavía amenaza a los judíos en virtud de una ley que le sobrevive. El decreto firmado en nombre del rey y sellado con el sello real es como una mueca macabra del ajusticiado, venganza después de morir.

8,7-8 El rey afirma que las leyes persas son irrevocables: ¿También la ley por la cual ha sido condenado Amán, "por atentar contra los judíos"? Y si ésa es revocable, ¿por qué no la nueva escrita por Mardoqueo?

¿Es que la ley, una vez emanada, esetá por encima del rey, como una garantía nacional contra el arbitrio? Si una ley no se puede revocar y sólo se puede contrarrestar con otra contraria, ¿no caemos en el legalismo? Sólo si por encima de reyes y leyes está la justicia, tenemos una garantía. Por eso Prov, repetidas veces, afirma que el trono se afianza en la justicia (Prov 16,12; 25,5; 20,28).

El autor parece tener presente el problema, la realidad de leyes inhumanas a las que se sacrifican tantas vidas. En nombre de la ley los judíos hubieron de sufrir en la diáspora, sin otra ley escrita que los defendiera. Si un judío llegase a mandar, haría lo posible por abolir o contrarrestar semejantes leyes injustas.

8,9-12 El decreto de Mardoqueo parece adoptar la segunda solución: si hay una ley que autoriza a atacar y matar, habrá otra ley que autorice a los judíos a defenderse. De esta manera se obtiene: primero, que la defensa no sea un acto ilegal de terrorismo, sino una defensa legal; segundo, que el enemigo queda claramente en posición de agresor, sabiendo las consecuencias. El que no ataque no sufrirá nada; el que ataque se encontrá con un pueblo decidido a vender cara la vida.

Es que las leyes de nada valdrían sin los hombres que las ejecutan. Amán sigue vivo en sus secuaces, los de su partido, dispersos por el Imperio. Tienen varios meses para abandonarlo; si al llegar el plazo designado por la suerte persisten en ejecutar el legado de su jefe, lo harán a conciencia, sin atenuantes.

8,9 En este decreto aparecen los judíos como destinatarios, como pueblo diverso oficialmente reconocido, con su lengua y escritura, como los demás.

8,10 La determinación de los caballos es algo dudosa, pero está clara la intención narrativa. El dato responde a los usos.

8,11 Los tres verbos "exterminar, matar, aniquilar" son los mismos del decreto de Amán (3,13).

8,12 El día designado por la suerte cambiarán las suertes; los judíos no deben anticiparse.

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